domingo, 23 de enero de 2011

Hotel Boulevard Atlántico–Mar del Sud por Mónica Aramendi (Historia)

“Podría ser declarado monumento nacional porque la agricultura judío argentina, incubada entre sus muros, ha sido un factor valioso en la economía agraria del país”. Esto dice José Liberman, autor del libro “Tierra Soñada”, con relación al Hotel Boulevard Atlántico de Mar del Sud.
La profusa y veraz información que surge del libro mencionado, así como de “Historia de Los Pampistas” de Lázaro Schalman, de las múltiples citas y transcripciones de otras obras y textualidades de los protagonistas de la colonización, resultan material suficiente como para poder, de una vez por todas, darnos las oportunidad de mostrar con la pertinente declaración, la importancia de nuestra zona.

Este rol, en términos generales, ha sido soslayado cuando se habla o cita al Hotel Boulevard Atlántico. Más allá del indiscutible valor arquitectónico y estructural, el mismo tiene un valor patrimonial no tangible descomunal, no ya solo para la Villa Balnearia de Mar del Sud, o para General Alvarado, sino para el país todo.

Hubo un tiempo, y lo recuerdo muy bien, en que existía un monolito en homenaje a aquellos “Pampistas”, gauchos judíos que, antes de ir a poblar las primeras colonias agrícolas de la patria, estuvieron hospedados durante tres meses en el Hotel. Año a año, la Delegación Municipal debía repararlo ya que ese simple y fundante homenaje levantado en la Plaza de la Villa balnearia…allí…a metros nomás de la Avda. 100 y la calle 25…era sistemáticamente destruido por xenófobos antisemitas, …pobre gente (entiéndase que prefiero no usar la palabra que siento) que nada conocen sobre el ser humano.

El 22 de diciembre es una fecha fundamental en la historia de la agricultura judía argentina. Ese día, en el año 1891, el buque-vapor “Pampa” arribaba al puerto de Buenos Aires, con un millar de almas traídas a la Argentina a instancias del Barón Mauricio de Hirsch para que, luego de padecer años de persecución y esclavitud en el país de los zares, esos hombres pudieran formar hogares libres en la patria.

Claro que no fueron los únicos. De múltiples naciones viajaron a Argentina animados por la empresa agraria. El surco de la tierra fue un deseo que los judíos debieron resignar por los siglos ya que a ellos se les prohibía ser poseedores de tierras. Es por ello que se vieron obligados a trasladarse a los conglomerados citadinos a ejercer el comercio, casi la única actividad permitida. Padecimiento vivido desde la época medieval.

Con ese bagaje de penurias y con la mayoría de las “puertas” del mundo cerradas para ellos, llegaron a la Argentina, al encuentro con el Barón quien les proveería las tierras para crear centros agrícolas judíos. Por su parte, Guillermo Lowenthal, a quien de Hirsch nombrara como Delegado General en la Argentina, ayuda a los viajeros que habían arribado el 14 de agosto de 1889 en el barco “Wesser” en la creación de la hoy colonia ganadera “Moisés-Ville” de la Provincia de Santa Fe.

Los rusos judíos que en estos lugares estuvieron, habían partido rumbo a la Argentina en un barco que algunos autores nominan como el “Galatz” y otros como el “Fresina”, pero todos coinciden en el hecho que, llegando a Francia, la embarcación, fruto del deterioro y de un huracán, debe cesar su viaje. En Marsella, sus tripulantes son transportados al vapor “Pampa” rumbo a Buenos Aires. De allí el nombre de “pampistas”. Con relación a ello dice uno de ellos, Enrique Dickman, que el Pampa” es el Mayflower” de la colonización Judía Argentina.

Como todos los llegados al país se hospedaron en el Hotel de Inmigrantes. La estadía era de apenas unos días, para reponerse del viaje y proseguir o buscar destino. Pero estos “pampistas” debían aguardar a que el Barón de Hirsch concluyera con las tratativas por la compra de las tierras en la que iban a instalarse. No teniendo otro destino intermedio.
Es así que Lowenthal se encarga de buscar una solución a ese problema, que si bien era transitorio, ante la llegada de otros inmigrantes hacía imposible la permanencia en el Hotel en Buenos Aires. Es así que, descartada la posibilidad de llevarlos al Chaco austral, Lowenthal recibe la noticia que “le transmite en forma telegráfica desde Mar del Plata el 10 de diciembre de 1891, el secretario de la oficina local del Departamento General de Inmigraciones, en el sentido de que había posibilidad de alojar a esos inmigrantes en el Hotel Boulevard Atlantique de Mar del Sud” (cita de “Historia de los Pampistas”).

Como expresa mi padre, Osvaldo Aramendi, en su libro “Mar del Sud – Historia y Vivencias”, algunos textos nombran al Hotel de Mar del Sud como Boulevard Atlántico y otros “Boulevard Atlantique” (más afrancesado), pero toda la documentación existente nombra Mar del Sud, su Hotel, el arroyo la Totora, las caminatas de los “pampistas”, hasta Miramar, por las playas y mil datos más, dignos de rescatar y que hacen a nuestra historia y merecen ser recuperados para la memoria colectiva.

Arribaron a Mar del Plata en tren y, desde allí, a ese lugar (Mar del Sud) “ubicado a diez leguas al sur” donde un majestuoso hotel aun sin habilitar, los cobijó durante tres meses –desde enero a marzo o abril de 1892.

Dice Enrique Dickman, uno de los “pampistas” que habitaron Mar del Sud: “…nos agenciábamos una red para pescar y al poco tiempo abastecíamos al hotel de pescado, corvinas, pescadillas, palometas…””…pasé en Mar del Sud tres meses maravillosos” (cita de “Mar del Sud- Historia y Vivencias”). Pero no todo fue alegría en ese tiempo. Una epidemia mató a muchos de los más pequeños y allí, cerca del mar, cruzando el arroyo, enterraron a los que no pudieron continuar con la aventura de trabajo y libertad. Cuenta mi padre que, frente al arroyo La Tigra a la altura del hotel, cerca de la costa ellos mismos encontraron esos huesos humanos.

Así les llegó el tiempo de partir hacia el destino que el Barón Mauricio de Hirsch les había prometido. Sesenta carretas, nuevamente, regresaron a Mar del Plata y desde allí a la tierra soñada. Buenos Aires y Entre Ríos – Concepción del Uruguay.
Una de las colonias más importantes del país. Del Pampa llegaron, en Mar del Sud acrecentaron sus sueños bajo el cobijo de esa sola y majestuosa inmensa mole del Hotel Boulevard Atlántico que aun espera, en su deterioro imparable, sea reconocida y valorada como parte de la historia patria.

Y la historia de estos gauchos judíos sigue y es rica en frutos y es rica en datos y es rica en enseñanzas. Creo que aun no se ha hecho honor a esa épica, que no se ha profundizado o trasmitido lo suficiente la historia de aquellos pioneros de la agricultura argentina, ni el valor y significado moral del camino trazado. Como expresa Liberman no vinieron en busca de tesoros escondidos, ni del oro y de la plata.
A partir de allí floreció una vida nueva en la argentina. Claro que existían los agricultores, pero ellos fundaron colonias, que abrieron enormes brechas, enormes surcos en la tierra soñada e hicieron posible el nacimiento de la potencia agrícola que fue y aun es la Argentina Pero ellos también trajeron las costumbres de sus ancestros, esas costumbres que en nombre de vaya a saber que, se les negara. Trajeron sus libros, su ciencia, el sentido de la memoria.

Mar del Sud forman parte de ese hito histórico nacional. ¿Placa?, no existe. ¿Memoria?, muy poca. Quizás sea tiempo de recuperar ambas. Por ellos, por los “pampistas” y por nuestro lugar.

El Hotel Boulevard Atlántico es muchísimo más que un ejemplo de construcción, de lujo de época y de desafío frente a la nada para crear un lugar soñado, es ese lugar donde se forjó una parte de la historia de la colonización agrícola que aun no hemos valorado.
La memoria no se calla. Ojalá.

Dra. Mónica Aramendi
Fuentes: “Tierra Soñada” de José Liberman – “Historia de los Pampistas” de Lázaro Schalman y “Mar del Sud- Historia y Vivencias” de Osvaldo Aramendi


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